En un solo sentido pasa nuestra vida, para unos quizás de prisa, para otros a buen ritmo, lo cierto
es que no tiene vuelta a atrás.
¿Y cómo definir el sentido de nuestras vidas?, tomar como referentes a las
generaciones anteriores, los logros de quienes nos rodean o tener una visión
muy particular, es lo que nos hace andar por ese único camino hacia delante, el
cual sustentamos evitando errores cometidos.
Tener metas o puntos de destino como el tren, está en la vida de cada cual, más mirar siempre
hacia delante para lograrlo, tiene que ser la premisa y hay que alimentarla con
positivismo y buenas energías.
Obstáculos siempre existen, y es ante ellos cuando hay
que crecerse dando lo mejor de sí, buscando alternativas para soltearlos tantas
veces como aparezcan, y no dejarse vencer por lo que pudiera parecer
inalcanzable.
De niños nos ilusionan oficios o profesiones y aprender a
leer y escribir se presentan como las primeras barreras a saltar, y así en cada
etapa, la vida nos asigna tareas a
cumplir para que los sueños se hagan realidad.
Es por eso que, darle a la vida un sentido sobre bases reales, es propósito de quienes la ven
bella apoyándose en la mirada de hacerla llevadera, poniendo empeño en subir cada
vez un peldaño más.
Generar nuevas vidas
y hacer que estos se manifiesten
como buenos seres humanos, capaces de
valorar a sus semejantes además de
fundamentar su futuro en el aporte social, es también darle sentido a la
vida, porque estamos dejando un
legado.
Reir, soñar, ser laboriosos, amables, solidarios, honestos,
defensores de la sensibilidad humana y la capacidad de responder a cada
situación, son cualidades que permiten
guiar nuestras vidas hacia la satisfacción
espiritual.
Es inherente a cada uno, tal y como ocurre en el
recorrido de un tren, detenerse a mirar en cada etapa, cuanto se hizo hasta el
momento y saber si el sentido que elegimos para nuestra vida es el adecuado, y poder determinar que hacer y así lograr las
metas que un día nos trazamos.
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